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VIAJE A LIBERIA

  Uno de los colaboradores de Amycos ha pasado su verano en Liberia trabajando en campos de refugiados. Desde aquí te invitamos a que conozcas algo mejor la realidad de este país de África occidental a través de su testimonio. La idea de viajar a África llevaba tiempo rondándole la cabeza, y este verano aprovechó […]

 

VIAJE A LIBERIA

Uno de los colaboradores de Amycos ha pasado su verano en Liberia trabajando en campos de refugiados. Desde aquí te invitamos a que conozcas algo mejor la realidad de este país de África occidental a través de su testimonio.

La idea de viajar a África llevaba tiempo rondándole la cabeza, y este verano aprovechó la invitación del presidente del Servicio Jesuita a Refugiados, Alberto Plaza, para desplazarse hasta Liberia, donde permaneció dos meses y medio.

David explica que, debido a la difícil situación política y social del país, estuvo la mayor parte del tiempo en Monrovia, la capital, pero que desarrollaba su trabajo en la región selvática de Bomi. Allí su principal tarea era facilitar el retorno de los refugiados a su lugar de origen, mediante la reconstrucción de escuela y el desarrollo de diferentes proyectos agrarios.

Tras quince años de una violentísima y sangrienta guerra civil, y del mayor despliegue de fuerzas y funcionarios de Naciones Unidas de todo el mundo, se ha llegado al mantenimiento de una paz forzada desde hace tres años, en la que el gobierno está presidido por Ellen Jonson (primera mujer africana en el poder). En mayo de este año se decretó el cierre legal de todos los campos de refugiados que poblaban el país, por lo que la vuelta a casa de los miles de desplazados es una de las necesidades básicas de Liberia.

Además del profundo trauma psicológico que deja una guerra civil en cualquier sociedad, una herida que, como señala David, “tardará años en cerrar”, no debemos olvidar que Liberia se encuentra en una situación de extrema pobreza y desamparo.

Nuestro colaborador asegura que no hay luz ni agua corriente en todo el país. “Hace unos meses se inauguró un semáforo en la capital y supuso todo un motivo de celebración”, afirma David. Esta difícil situación contrasta con la multitud de recursos que tiene el país: “agua, diamantes, caucho, un puerto estratégicamente envidiable,…”. Sin embargo la corrupción, el alto porcentaje de armas en la zona, la falta de infraestructuras, la peligrosa inestabilidad social y el alto riesgo de un nuevo enfrentamiento hacen que la situación no mejore. Además, cabe señalar que hay muchos intereses en que esto no cambie. “Existen muchos intereses para que este puerto esté desestabilizado para todo tipo de tráfico: diamantes, armas, drogas,… y los conflictos en el país favorecen esa instabilidad”. Pese a esta dramática situación David afirma que “a la vez escuchas un clamor de esperanza ante la vuelta a la normalidad. […] el país está, poco a poco, creyendo en esa posibilidad de paz”.

Desde su experiencia, David asegura que, en muchos aspectos, la actual forma de trabajar desde el Norte para solucionar los problemas en el sur, y más concretamente en África, no es la adecuada. El principal error que señala es que su sociedad es radicalmente distinta a la nuestra. Su forma de concebir el mundo, la religión, la familia, es muy diferente y esto hace que nuestra idea de desarrollo no se adapte a sus verdaderas necesidades. “Vamos a ayudarles, a desarrollarles, desde nuestra visión”. Sin embargo David reconoce que la educación es el eje para que la actual generación África pueda mirar con esperanza al futuro, y que la divulgación en los países ricos de la verdadera realidad africana sigue siendo imprescindible.