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Joana Costa en Burgos

Era una vez Fernando Pessoa, un escritor iluminado, que un día dijo…

Era una vez Fernando Pessoa, un escritor iluminado, que un día dijo: “Hay un tiempo en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar nuestros caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el tiempo de la travesía y si no osáramos hacerla habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos”. Siempre supe que no quería quedarme al margen de mí misma y que esta sería la oportunidad ideal para osar hacer, de nuevo, la travesía.

Siempre creí que la vida nos enfrenta a nuevos desafíos sólo cuando estamos listos. No tienes que tener prisa para que las cosas sucedan. Cuando la oportunidad es la ideal y en el momento cierto, tu sencillamente  sabes que la tienes que agarrar y que todo va a ir bien.  Colmas de una confianza y ni siquiera sabes porque que estás tan seguro. Bueno, todo esto se pasó después de la entrevista y antes de saber que había sido seleccionada para participar en un proyecto de Servicio Voluntariado Europeo en Burgos. Todo esto, 9 meses antes de saber que las cosas se iban a pasar mucho mejor que alguna vez planeé o me atreví a pensar.

Partí hacia la aventura, siempre confiada y con pocos miedos. Si algo hizo crecer esta confianza a la vez que rechazaba los miedos fue de conocer desde el inicio los objetivos del proyecto, el lugar donde lo iba a desarrollar y bajo que condiciones, derechos y deberes. Tener las informaciones siempre claras y transparentes me dio seguridad.

Me acuerdo de un cuento que me leyeron, ya en Burgos, donde la moraleja decía que tenemos que tener el coraje y la capacidad de vaciarnos de contenidos y buscar en el profundo de nuestro ser lo que tenemos para dar. Esto ha tenido sentido para mí. La verdad es que llegué, a una comunidad desconocida, lista y disponible para dar lo que tenía. No hablo de contenidos ni de experiencias, porque esas son aún muy escasas. Hablo de valores, ejemplos, dedicación y entrega. De altruismo, generosidad y esencialmente humanitarismo.

Deben estar pensando que no es necesario salir de nuestra zona de confort para darnos a los demás.  Estáis ciertos. Antes de buscar hacerlo fuera, debemos hacerlo en nuestra casa, nuestra comunidad, a nivel regional o nacional.  Sin embargo eso ya es una experiencia que traigo dentro de mi bagaje. ¡Deseaba por más!

Tenía ganas de volar más alto, desafiarme, conocerme más y mejor. Descubrir y valorar que llevo dentro de mí y saber quién soy. Quería saber cómo usar mi libertad en la búsqueda de un sentido para la vida.

Jamáis me han dicho pero siento tener alas para volar. Alas que me han llevado a conocer y relacionarme con personas de otras culturas, que me han  enriquecido la vida, llevándome a abrir horizontes, la mente y la concepción del Mundo. Conocí experiencias de vida, miradas y sonrisas que jamáis tendría conocido si no habría osado hacer la travesía.

La zona de confort puede ser nuestro vicio más peligro. Tuve que ser valiente y lanzarme tal y como soy. Debemos ser fieles a nosotros mismos y cuando eso se pasa, descubres que hay personas a quien les gustas y te aceptan tal y como eres. Sabes mejor cuales son las experiencias a las que tienes que buscar e vivir para que sientas que estás disfrutando de la oportunidad y de la vida.

Conocí personas bonitas (desconocidas que se han vuelto conocidas y otras que nunca pasaran del anonimato) que me hicieron sonreír, aprovechar del momento y compartir el calor del compañerismo.  Personas que no juzgaran y que me mantuvieran fuerte. Otras que si  saberlo me enseñaran mucho sobre la vida y del medio laboral. Unos que han pensado por mí y me han aconsejado cuando yo ya no tenía la capacidad de gestionar un conflicto (¡Sí! Porque los momentos menos buenos también existen y hay que tener la misma valentía para enfrentarlos).

En el trabajo así como en la vida social hubo personas que me encantaran. No por algo en particular pero porque me dedicaron tiempo, confianza y me transmitieron serenidad y me hacen creer en una mejoría de la educación y de la paz del futuro. Personas que me hicieron sonreír libremente y me dieron ganas de cantar alto y bailar en el pasillo del piso.

Y estos son los recuerdos que tengo de mi proyecto SVE. De Burgos. Al final es una experiencia que no tiene caducidad. Se quedará para siempre en mí. Y como todas las experiencias esta también fue modelando mi identidad, la persona que soy e la persona que quiero tornarme.

Ahora sólo quedan las personas, las experiencias y las memorias. Y cuando me acordaré de ellas siempre lo haré con una sonrisa, alegría y con el sentimiento de misión cumplida. Las memorias y las personas serán la prueba que todo mereció la pena. Y eso ya nadie me lo puede quitar.

Era una vez una chica que decidió olvidarse de los caminos que siempre la llevaban a los mismos lugares…