Rosa Merchán (dcha.) es otra de nuestras voluntarias. Ella viajó como cooperante a Nicaragua con AMYCOS entre el 2 y el 30 de enero de este año. A la vuelta nos contó, con sus propias palabras, lo que supuso para ella este viaje.
Primero que todo, quisiera agradecer a Amycos la oportunidad que me ha ofrecido para viajar a Nicaragua y todo el apoyo logístico y emocional que durante mi estancia me brindó. Esta es la primera vez que realizo un viaje de cooperación, y hacía tiempo que tenía el deseo de realizarlo. Uno siempre piensa que quizá puede aportar algo y echar una mano, pero aparte de eso, lo que en particular buscaba de este viaje era una experiencia personal y conocer de primera mano un mundo, que sin duda, me era bastante ajeno, y que por mucho que te lo muestren en televisión, te lo cuenten y todo lo demás, no hay nada como vivirlo directamente.
La forma en que Amycos plantea (y planea) un viaje de un mes me pareció muy interesante. Aunque la idea es colaborar en un proyecto concreto durante la estancia, es sobre todo planteado como un viaje de conocimiento de la realidad del país, la posibilidad de visitar varios proyectos que Amycos apoya y ver así cuales son los diferentes modos de trabajo y desarrollo social en Nicaragua. Tras mi experiencia soy realmente consciente de la importancia que tiene esta forma de enfocar la estancia, pues un mes ha sido en mi caso, el mínimo de tiempo necesario para «poner los pies sobre la tierra», ser consciente de la dura realidad que me rodeaba, sobreponerme al fuerte impacto emocional que esto supone e integrarlo todo de modo que fue a partir de la cuarta semana cuando pude sentir que sería realmente capaz de rendir al máximo. Fue entonces, cuando sentí la necesidad de quedarme por mucho más tiempo.
No quiero decir con esto que sintiera que no estaba colaborando o realizando una labor de utilidad, pues muchas veces, sólo con estar apoyando y sobre todo escuchar a las personas, niños y mayores, uno tiene la sensación de estar aportando más que el propio trabajo que se está realizando. El proyecto en el que estaba colaborando a diario es JYNCE (Jóvenes y Niños con Esperanza), este proyecto está ubicado en San Judas, uno de los barrios más pobres de Managua. Consiste en un consultorio médico, laboratorio y dispensario de medicinas que funcionan por la mañana, y por las tardes voluntarios imparten clases de reforzamiento escolar a los niños. En mi caso, como el curso escolar empezaba a primeros de Febrero me he perdido la alegría de los niños que sin duda es algo muy gratificante, aunque a cambio he tenido mucho contacto con los voluntarios, en su mayoría adolescentes, lo cual me ha enriquecido mucho.
Tuve la suerte de visitar otros proyectos que Amycos apoya para conocer como funcionan. Estos proyectos son los siguientes:
– La Casa Hogar que acoge a niñas adolescentes con problemas familiares, Natras que es un proyecto con niños trabajadores y el Proyecto Samaritanas que presta servicio a mujeres, adolescentes y niñas en alto riesgo de Explotación Sexual. Estos proyectos son desarrollados por las Comunidades Eclesiales de Base (C.E.B.).
– El instituto de Acción Social Juan XXIII, que desarrolla variados proyectos cubriendo las áreas de salud, educación, vivienda, prevención y actuación en casos de desastres o catástrofes.
– Viviendas construidas para familias de mínimos recursos en la zona de Posoltega. Pude conocer el entorno y la vida rural de las comunidades donde han sido construidas. Amycos colabora con la Fundación de Augusto César Sandino ( F.A.C.S) para el desarrollo de estos proyectos de vivienda.
Por otra parte, también tuve la oportunidad de conocer uno de los lugares que más me ha impactado, La Chureca, el mayor basurero de Managua, donde en un poblado colindante habitan un buen número de familias que sobreviven recolectando materiales reciclables (plásticos, hierro, cinc, papel, etc.). Aquí se están llevando a cabo pequeños proyectos de micro-créditos de modo que algunas familias puedan prosperar y también se está rehabilitando una pequeña escuela.
La sociedad «Nica» a pesar de la pobreza, en muchos casos extrema, es una sociedad muy alegre, con su manera «tranquila» de ser, muy abierta y acogedora. Personalmente, me enriquece su modo de ver la vida, y la forma de hablar abiertamente sobre las emociones con gran sensibilidad. Igualmente, disfruté de las largas conversaciones sobre la política local e internacional, que son algunos de los temas favoritos de la mayoría de los nicaragüenses.
Me han preguntado varias veces al volver qué es lo que me traje de Nicaragua. La respuesta es sencilla, sobre todo aprendí muchísimo de la gente, de las historias, de la cultura, de la forma de vivir, de las necesidades, nunca imaginé que en un sólo mes pudiera cambiar tanto mi modo de mirar al mundo. De algún modo, ya no puedo volver a «mi mundo» anterior como si todo lo demás no existiera, y aunque es necesario un tiempo para digerir lo que uno vive tan intensamente en unas pocas semanas, creo que en cierta manera he adquirido un compromiso conmigo misma que me obliga a ser consciente de que ese mundo es también mi mundo.