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Los Pipitos “El mismo sol nos ilumina a todos”

El centro los Pipitos trata de integrar a menores con discapacidad a través de la educación y la igualdad de oportunidades

 

 

Pintura de una de las paredes del centro de San Ramón

 

 

 

 

Todo empezó en un parque, debajo de cualquier árbol que pudiera servir como aula. Era el año 1993 y la organización en San Ramón daba sus primeros pasos. Muy lejos de constituir más que un grupo de niños tutorizados por un adulto, se empezaron a impartir las primeras sesiones con los chicos.

Sería en el año 1997 cuando las Naciones Unidas les dieran la financiación para la  construcción de un centro. Empezó con lo que ahora es el hall, pero con el tiempo, se construyeron dos salas más, pudiendo entonces mejorar su estructuración y, por tanto, su atención a los pipitos.

La organización de los Pipitos es una escuela dedicada a la formación y educación, desde la atención y el refuerzo personalizado, de los niños con parálisis cerebral, retraso sicomotor, Síndrome de Down, sordos, amputaciones y demás variantes, que hacen imposible su aprendizaje en escuelas convencionales.

Cada municipio tiene una organización de los pipitos. En ocasiones, las comunidades circundantes a estos no tienen un acceso fácil ni tampoco económico a la escuela. La organización –que en el caso de San Ramón, no ofrece un medio de transporte directo- proporciona ayudas que subsanan, al menos en parte, el problema.

En un primer momento, antes de que ningún pipito entre a la escuela, se les manda al Instituto Pedagógico “Los Pipitos” en Managua (Centro especializado a nivel nacional). Allí les hacen un análisis que determinará el grado de enfermedad que presentan los chicos, a partir del cual, los educadores  podrán trabajar.

Son tres miembros trabajando en el centro de Los Pipitos en San Ramón; una fisioterapeuta que acude dos veces por semana (enfocada en la terapia física); una profesora de educación temprana que acude los tres días de la semana (trabaja la autonomía de los chicos, con objeto de que en un futuro puedan integrarse en la escuela convencional); y una persona encargada de la administración. El personal del centro se capacita en Managua.

Cinco son los grupos de trabajo en los que se organizan los chicos, dependiendo de su procedencia y de la enfermedad que padezcan. Cada grupo acude una vez por semana. Los martes, jueves y viernes desarrollan su trabajo con los distintos grupos, mientras que los lunes y miércoles únicamente tienen abierta la recepción.

La financiación del centro proviene de organismos cooperativos –Hermanamiento (Carolina del Norte)- y del Teletón[1], aunque valga decir que el aporte de este último es prácticamente insignificante.

Si el día a día ya es complicado aquí en Nicaragua, donde el trabajo comienza a una edad muy temprana y lo hace de sol a sol, donde las facilidades son apenas una realidad y la capacidad económica una utopía; el tener un hijo que no nos vaya a suponer ningún ingreso, sino más bien “complicaciones”, puede ser toda una odisea.

Aquí el estado apenas apoya este tipo de situaciones y es la existencia de estas organizaciones las que posibilita que puedan darse. De nuevo, la fuerza motora del desarrollo no viene de dentro, sino de fuera, una despreocupación que genera una situación viciosa en la que nadie responde por nadie. Tus problemas no son los míos.

Separados no hay pueblo, juntos bienestar.

La vida no es un camino fácil, ni mucho menos. Es una línea de puntos que empieza y acaba, un recorrido en el que reímos, lloramos, sufrimos y gozamos. Vivimos. Todos somos seres humanos, cada uno con sus defectos y sus virtudes, con unas y otras capacidades que hacen que seamos distintos.

Pero a lo que realmente se reducen todos y cada uno de estos momentos es a ser vividos. Porque es esto, la vida, el poder experimentar cada día todo lo que nos rodea, la virtud más grande que tenemos como seres vivos.

Partiendo de aquí, y aceptando que todos somos distintos, que cada uno es un individuo diferente y que el ser diferente no es un problema, sino una oportunidad de ser más humanos y de enriquecernos de la diversidad que cada uno de nosotros puede aportar al resto; nos hacemos conscientes de que, seamos como seamos, hablemos como hablemos o pensemos como pensemos, poseemos algo único y especial que tenemos la oportunidad de vivir y compartir a lo largo de todo nuestro camino.

Gustavo Rodríguez


[1] Fundación nacional de los Pipitos