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Ser ‘Joven Solidaria’ en Bolivia

Carolina Marcos participó en el programa ‘Jóvenes Solidarios’ en 2013, colaborando con proyectos de soberanía alimentaria y canalización de agua en el altiplano boliviano

Ser ‘Joven Solidaria’ en Bolivia

En julio de 2013 por fin conseguí la beca del programa Jóvenes Solidarios de la Junta de Castilla y León que tanto deseaba conseguir tras quedarme de suplente el año anterior.

Esto consistía en participar durante 3 meses, en mi caso de septiembre a diciembre, en  el proyecto de Amycos de dotación de agua potable de Chinchiri-Atojwacha en Bolivia.

Era la primera vez que salía de Europa, así como la primera experiencia en terreno en el mundo de la cooperación al desarrollo.  Tenía muchísimas ganas de vivir la experiencia pero a la vez también tenía algunos miedos, de cómo me desenvolvería allí sola, del viaje, las maletas, las costumbres…

Pero una vez allí, los miedos iban desapareciendo, me fui aclimatando a la altitud, a las comidas (que todo estaba riquísimo), a las costumbres, al ritmo,…y con ello disfrutando de cada momento.

La contraparte local de Amycos, Anawin, tenía su sede en Cochabamba, una ciudad con mucho encanto. Allí me alojaba en una familia que me hizo sentir muy a gusto desde el primer momento y con la que puede conocer la realidad del país a través de sus vidas y experiencias.   Mi trabajo se iba alternando, realizaba tanto trabajos en la oficina como en las comunidades.  Los trabajos en la oficina consistían en preparar los materiales, talleres, documentación y realizar los planos que habría que comprobar en las comunidades. Los días en la ciudad además me sirvieron para conocer gente, hacer amigos e introducirme en la vida de allí.

En las comunidades, era donde venía el trabajo duro, pero también lo más bonito, enriquecedor y lo que más me gustaba. Junto al equipo de Anawin viaje hasta la comunidad, por unas “carreteras” que no me imaginaba, pero con unos paisajes increíbles. Las comunidades de los proyectos donde estuve eran de aproximadamente 15 familias. Estaban situadas casi a 4000 metros de altitud y sus casas eran de adobe y el tejado de paja en una gran mayoría. En esa época, era primavera pero en estos lugares hacia muchísimo frio. Al equipo nos dejaron una de sus casitas para vivir durante los días que trabajamos en el proyecto. Por supuesto que allí no había baños, el agua aún era de difícil acceso ya que íbamos a trabajar en ello. El caminar también se hacía costoso por la altitud pero tuve suerte de no enfermar del mal de altura.

Desde el equipo de Anawin se facilitan los materiales, se realizan talleres de capacitación, se crea con ellos el comité de agua potable y se trabaja junto a ellos en los proyectos. Pero son ellos, los beneficiarios del proyecto, quienes trabajan en su proyecto, quienes cavan las zanjas, transportan los materiales, instalan los tubos con las indicaciones del equipo de Anawin…De esta forma al acabar la ejecución del proyecto ellos son independientes.

Mi trabajo consistía en realizar las mediciones necesarias para luego plasmarlo todo en los planos, contabilizar el material y por supuesto también trabajar junto a ellos realizando la instalación.  Era bonito pasar el día con ellos, aunque muchas veces también resultaba difícil la comunicación con ellos porque hablan en quechua, y aunque la mayoría de ellos también hablan en español les resulta más difícil. Por ello los talleres de capacitación también los realizaban mis compañeros en este idioma y yo les apoya en lo que podía.

Tuve la suerte de poder conocer otros proyectos y participar un poco de ellos. Talleres de nutrición y medioambiente con mujeres un día, con niños otros. Para estos últimos talleres, preparamos unos estuches para niños con botellas de agua pequeñas, para que ellos mismos vieran como podían reutilizar los plásticos que tenían.  También les enseñamos en qué consistía el ecoladrillo. Me impacto bastante que tiraran todo los plásticos que compraban en las ciudades al suelo, pero ellos no son conscientes de los daños que eso ocasiona.

También pude conocer otros proyectos de soberanía alimentaria, en ellos se realizan tanto huertos al aire libre, huertos cerrados y huertos en los colegios. En estos últimos los niños se dividen en grupos para trabajar y responsabilizarse de ellos.

Es difícil plasmar en unas líneas lo que sientes, lo que convives con la gente durante todas esas actividades, pero es algo que marca y mucho. Ves a niños que tienen la cara cuarteada del sol y el frio y que les dejan solos todo el día mientras sus padres van a hacer las tierras, otros caminando durante horas para ir y volver al colegio, padres de familia con muy pocos recursos…pero todos ellos con una bonita sonrisa y muy generosos con lo que tienen y la alegría de su rostro cuando ven que empiezan a tener en su puerta de casa una fuente con agua, sin tener que andar mucho para conseguir agua, o tomar agua en malas condiciones. Y es bonito compartir un rato de la tarde con ellos, jugar con los niños durante horas aunque no hablen en el mismo idioma, compartir algo de comida, un rato de trabajo y conocer un poco sus vidas. Cada día era un nuevo aprendizaje.

Algún día también pude viajar, conocer otros lugares, más historia y realidades del país. También pude conocer a una niña Boliviana y su mama, que tenían una bonita historia con una persona muy especial para mí. Ellas me acogieron en su humilde casa con los brazos abierto una mañana para que nos conociéramos. Fue muy impactante para mí esta experiencia.

Al fin y al cabo, con todas estas vivencias te das cuenta, aún más, de la importancia de la cooperación. Y que lo más importante, no es lo que sepas, las notas que hayas sacado en tus estudios, lo que tengas…Sino las ganas e ilusión por aportar tu granito de arena, de aprender, de abrir tu corazón, de empaparte de esta experiencia y ya en tu lugar compartirlo con los demás y tomar los hábitos de vida acorde con eso que siempre pensabas pero que tras esto cada vez lo tienes más claro y te ayudan a marcar prioridades en tu vida. Y que de todo de esto, todos somos capaces, tan solo hace falta ilusión y ganas.

Para mí, lo mejor de la vuelta y lo más importarte está siendo compartir la experiencia con los que me rodean. Es la mejor manera de hacer llegar lo que allí se vive, como se trabaja y como desde aquí también se pueden hacer muchas cosas para que aquellas situaciones vayan cambiando a otras más justas.

Desde aquí agradecer a Amycos y a la Junta de Castilla y León por llevar a cabo estos programas y darme esta oportunidad. Y por supuesto al equipo de Anawin por lo que me enseñaron y ayudaron durante mi estancia en Bolivia.

Carolina Marcos Sendino.