Cuando me postulé para mi proyecto de voluntariado del Cuerpo Europeo de Solidaridad (CES) de 7 meses en Burgos, España, estaba emocionada por salir del sistema escolar y aprender de una manera más práctica. Lo que me encantó de mi proyecto específicamente es que combinaba diferentes áreas, el trabajo social y la agricultura ecológica.
Estoy muy agradecida de haber podido vivir esta experiencia, de haber aprendido muchas cosas y a las personas encontradas. Esta experiencia me ha ayudado a tener más confianza, para encontrar y conectar con personas de horizontes diferentes. Así, he descubierto versiones nuevas de mi y he vivido muchos momentos especiales. Fue fácil hacer amigos, ya que hay muchos voluntarios del CES en Burgos que me han recibido desde el principio. Además, me gustó mucho tener amigos de diferentes culturas y edades, algunos de los cuales ya han terminado sus estudios y están pensando en casarse, mientras que yo acabo de terminar la escuela. He aprendido un montón de ellos.
Colaborando con varias organizaciones
La organización receptora es Amycos, con la cual he colaborado en varios proyectos. Dos días a la semana trabajaba en Huerta Molinillo, un huerto urbano que distribuye cajas de verduras ecológicas a sus suscriptores. Aunque a veces el trabajo era agotador debido a la rutina, rápidamente me hice amiga de otros dos voluntarios con los que compartí buenos momentos y conversaciones en el huerto.
Otra parte del proyecto fue Apacid, una asociación que ofrece actividades recreativas para personas con discapacidades intelectuales. Allí ayudé en actividades como baile, teatro, baloncesto y excursiones. Al principio, fue un desafío porque no hablaba español y tenía poco contacto previo con personas con discapacidad intelectual. A lo largo de estos 7 meses, aprendí mucho sobre la empatía, la comunicación no verbal y la importancia de prestar atención si alguien necesita ayuda.
También tuve la tarea de dar clases de inglés con otro voluntario en una escuela, Montessori. La clase estaba compuesta por 16 niños de diferentes grados y disfruté creando métodos de aprendizaje creativos.
Cuando no tenía actividades del proyecto, asistía a Atalaya, una escuela de idiomas fundada por jesuitas para inmigrantes y enseñada por voluntarios. Allí mejoré mi español y conocí a personas con historias inspiradoras. A veces escuchaba cosas realmente malas y me pareció admirable lo fuertes que pueden ser las personas. Al mismo tiempo, las lecciones fueron divertidas y nos lo pasamos muy bien, con sus muchos descansos para tomar café.
Podría seguir escribiendo más, pero espero que esto les dé una buena idea de mi proyecto. En general, fue una experiencia enriquecedora y aprendí mucho.
¡Espero que tengas la oportunidad de vivir algo similar!